Foto referencial, cortesía de: Cottonbro Studio
La migración no cesa en Biscucuy. Cada fin de semana, decenas de jóvenes parten desde el terminal de pasajeros con rumbo a diferentes países, llevando consigo el anhelo del sueño americano. Las despedidas, cargadas de abrazos y lágrimas, se repiten una y otra vez.
En este rincón de Venezuela, la realidad es implacable. Nos estamos quedando solos. Poco a poco, nuestra comunidad se transforma en un refugio para adultos mayores. Las antiguas haciendas cafetaleras, que alguna vez bullían de juventud, ahora se ven desprovistas de vitalidad. Nuestros padres, testigos mudos de esta nueva situación, observan cómo la migración redefine nuestra identidad.
Los jóvenes siguen llamando al sueño americano, pero quizás también podamos soñar con un Biscucuy próspero y vibrante. Las montañas y el aroma del café nos abrazan en esta nueva etapa. La migración es una realidad, pero la resiliencia de nuestra gente también lo es.