Biscucuy ha sido objeto de numerosos movimientos sísmicos, pero ninguno ha sufrido mayores daños materiales y menos aún pérdida de vidas. El último, el de la noche del jueves, según las investigaciones sismológicas fue de 4,7 grados. Sin embargo, sigo con dudas: un movimiento telúrico de esa magnitud es para que las familias hubieran salido de sus casas despavoridas, y aquí para la mayoría fue imperceptible. En los alrededores de la Plaza Bolívar ni se sintió.
Arrecho fue el de comienzo de la década de los años cincuenta. Mi vieja casa de bahareque sufrió serios daños y Carlos Arriaga, para ese obligué a cambiar la estructura frontal por una de bloques. Otras viviendas sufrieron daños visibles, pero no se cayeron. El bahareque no lo tumba fácil cualquier temblor, pero sí tumba las paredes de barro, como fue el caso del Tocuyo, cuyo epicentro del terremoto fue alrededor de la ciudad y un setenta por ciento de las edificaciones se derrumbaron, lo que significó una pérdida artística irreparable.
Hoy el Tocuyo tiene modernas construcciones, pero las nuevas generaciones ni saben que está en el poblado artístico por excelencia. Yo, casi en mi ancianidad, seguiré recordando este terremoto no tanto por la intensidad, sino porque en esa época tendría unos seis años, si no me equivoco. Mi madre tenía una marrana y vi que el animal se iba de un lado para otro atemorizado. Corrí a la calle esperando que pasara el susto, pero no hubo aquí en Biscucuy mayores daños que lamentar. La gente después lo calificó como el terremoto del Tocuyo.