Las frases finales del texto del «Decreto de guerra a muerte» Firmado el 8 de Junio de 1813 y dictado por el libertador en Nuestra señora de la Paz en Trujillo, es una proclama que vino del corazón del Libertador; Proclama que no pocos historiadores, especialmente españoles y aún venezolanos, han censurado y censuran a Bolívar. Este decreto de guerra a muerte se trataba de una respuesta lógica, justa y necesaria, expresada como respuesta a la orgía de sangre y tierra arrasada, desatada por los realistas, termino este último que comprende a los españoles y canarios invasores y aún residentes que hubiesen o no declarado fidelidad a la corona.
Nuestro odio será implacable.
Y nuestra guerra será a muerte.
Simón Bolívar
Antes de marchar a desalojar a los realistas de Trujillo, ya Bolívar había anticipado en Mérida una lacónica frase. De aquella época expresa el historiador Rafael María Baralt en su resumen de la historia de Venezuela «Nuevos desastres se seguían a su levantamiento, nuevos horrores aquí, llamados de paz, eran ahorcados y empalados los caciques, les incendiaban sus cementerios y Chozas., en tal ocasión servían sus mujeres y sus hijas a la brutalidad del soldado. Con este trato ayudado del hambre y de la intemperie de los montes, perecían millares y la guerra y la conquista se acababan.»
¿No fue distinto en la guerra de la independencia? Indescriptible la crueldad de sanguinarios enfermizos como Domingo de Monteverde, José Yánez, José Tomás Gómez y tantos otros, no obstante ordenar la ejecución de los presos españoles y canarios en Caracas, en su grandeza y magnanimidad, Bolívar no veía el momento de derogar el decreto.
La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos, cesará por nuestra parte, perdonaremos a los que se rindan, aunque sean españoles. Ningún español sufrirá la muerte fuera del campo de batalla.
Simón Bolívar
No sería si no hasta 20 años despues, cuando cesa este decreto, con el tratado de Regularización de la guerra. Así, el decreto de guerra a muerte, es abrogado en la misma ciudad en que nació y con la presencia de Morillo, como jefe de los Realistas.